28 abril

28 de abril, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo.

Artículo de opinión en Redacción Médica por Pilar Bartolomé, secretaria de Salud Laboral de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM)

Categorias: Actualidad Nacional, Política y Gestión Sanitaria, Visto en Prensa
Colectivos:

Desde el año 2003, la OIT ha venido observando el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo en el cual se programa una campaña anual internacional para promover el trabajo seguro, saludable y digno. Rendir homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales, e incrementar la colaboración en el desarrollo y en la implementación de políticas y estrategias nacionales destinadas a la seguridad y la salud en el uso de productos químicos en el trabajo.

Cada día mueren 6.300 personas a causa de accidentes o enfermedades relacionadas con el trabajo – más de 2,3 millones de muertes por año. Anualmente ocurren más de 317 millones de accidentes en el trabajo, muchos de estos accidentes resultan en absentismo laboral. El coste de esta adversidad diaria es enorme y la carga económica de las malas prácticas de seguridad y salud se estima en un 4 por ciento del Producto Interior Bruto global de cada año.

Este año, el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo y el Día Mundial contra el Trabajo Infantil se unen en una campaña conjunta para mejorar la seguridad y la salud de los trabajadores jóvenes y poner fin al trabajo infantil.

Muchos factores pueden aumentar la vulnerabilidad de las personas jóvenes a los riesgos en el trabajo, como su etapa de desarrollo físico y psicológico, la falta de experiencia laboral y de capacitación, la limitada conciencia de los peligros relacionados con el trabajo y la falta de poder de negociación que puede llevar a los trabajadores jóvenes a aceptar tareas peligrosas o malas condiciones de trabajo.

La OIT reconoce la responsabilidad compartida de las principales partes interesadas, y los anima a promover una cultura preventiva de seguridad y salud y a cumplir con sus obligaciones y responsabilidades, con el fin de prevenir las muertes, lesiones y enfermedades relacionadas con el trabajo.

Es un hecho conocido desde hace siglos que el trabajo, tal como se lo concibe en nuestro contexto socio cultural, es un factor determinante de los procesos de salud que afectan a los trabajadores, cualquiera sea la rama de actividad a los que estos se dediquen. El trabajo, o mejor dicho las condiciones en las que este se realiza, puede actuar como un factor que favorezca y estimule el desarrollo humano, o bien por el contrario, convertirse en agente causante de sufrimiento, dolor, enfermedad y aún muerte. No todas las profesiones tienen el mismo riesgo de generar enfermedades y cada profesión tiene sus riesgos específicos de enfermar por el trabajo.

La Estrategia de la Unión Europea de Seguridad y Salud para 2014-2020 determina tres grandes retos en materia de salud y seguridad en el trabajo: la mejora de la aplicación de las normas vigentes en materia de salud y seguridad; la mejora de la prevención de las enfermedades relacionadas con el trabajo haciendo frente a los riesgos nuevos y emergentes, sin descuidar los que ya existen; y el abordaje del cambio demográfico, especialmente del envejecimiento de la población, lo que implica una adaptación de las condiciones de trabajo y unas medidas eficaces de rehabilitación y reintegración.

La multitud de intervenciones en materia de seguridad y salud en los trabajos llevados a cabo por los distintos agentes e instituciones competentes pone de manifiesto el compromiso y la intensa labor realizada para la mejora de las condiciones de trabajo. Sin embargo, la dispersión e individualidad, que muchas veces caracteriza a las mismas, produce pérdida de efectividad en los resultados obtenidos y justifica la necesidad de que los poderes públicos impulsen políticas preventivas que orienten las actuaciones de una manera convergente y bajo los principios de participación, coordinación y eficacia.

La aplicación de directrices comunes y compartidas en el conjunto del Estado favorecerá siempre la consecución de resultados y con esa finalidad.

Sin embargo, para que los trabajadores alcancen una competencia sanitaria tan profunda es necesario que en su empresa reine una cultura de la prevención que integre sistemáticamente los aspectos relacionados con la salud en todas sus actividades.

Así pues, la salud y la seguridad en el trabajo se deben considerar un importante objetivo empresarial, del mismo modo que lo son la calidad, la satisfacción del cliente, la productividad, el crecimiento y la rentabilidad.

Si el empresario no posee los conocimientos necesarios para ello, debe recurrir a los especialistas en salud y seguridad en el trabajo y a los médicos del trabajo de su propia empresa, o bien pedir asesoramiento a servicios externos.

El empresario no es el único responsable de la aplicación de las medidas de salud y seguridad. Los trabajadores también tienen la obligación de cooperar en estas cuestiones.

De conformidad con el artículo 13, apartado 1, de la Directiva 89/391/CEE:

«Competerá a cada trabajador velar, según sus posibilidades, por su seguridad y su salud, así como por las de las demás personas afectadas, a causa de sus actos u omisiones en el trabajo, de conformidad con su formación y las instrucciones de su empresario».

La participación de los trabajadores no es solo un derecho, también es la base de una gestión efectiva y eficaz de la salud y la seguridad en el trabajo. Por ello la implicación constante de los trabajadores a la hora de definir los objetivos y las medidas de la salud y la seguridad en el trabajo. La consulta a los trabajadores en cuanto a su experiencia en riesgos para la salud. Y las propuestas para mejorar la asignación de funciones, los procesos de trabajo y las condiciones de trabajo concretas en las diferentes actividades y en los puestos de trabajo, se constituyen como herramienta fundamental para la gestión de la Salud en el Trabajo.

Se da la contradicción de que servicios encargados de brindar prestaciones de salud a la comunidad son a su vez generadores de malestar, estrés, lesión y muerte para los trabajadores del propio servicio.

Hasta el momento las políticas preventivas se han orientado fundamentalmente hacia la reducción de los accidentes laborales. Sin embargo, los datos estadísticos reflejan la necesidad de incidir aún más en las enfermedades profesionales, promoviendo la prevención antes que la rehabilitación o el abandono temprano del trabajo por motivos de salud, en sintonía con las recomendaciones procedentes de las instituciones comunitarias.

La mejora de la salud y la seguridad en el trabajo no solo es importante en términos humanos para reducir el dolor y el sufrimiento, sino también para garantizar el éxito y la sostenibilidad de las empresas y la prosperidad de las economías a largo plazo. El impacto de la salud de los trabajadores sobre su calidad de vida, la de su familia y de la comunidad, constituye éticamente el valor principal y la justificación social más trascendente para el desarrollo de las estrategias de cobertura que posibiliten la promoción y protección de ella.

El bienestar en el trabajo sólo puede lograrse con una verdadera implicación y compromiso de todos, se requiere un enfoque concertado e integrado que promueva una cultura de prevención en materia de  seguridad y salud en el trabajo, en beneficio de la próxima generación de la fuerza laboral de todo el mundo y así responder a la demanda de una sociedad cada vez más sensibilizada, y exigente, con la seguridad y salud en el trabajo como parte fundamental del bienestar social.

Fuente: Redacción Médica